miércoles, 24 de julio de 2013

Capitulo 16

Siento no haberos informado el otro día sobre el concurso que iba a hacer, pero he tenido unos cuantos problemas familiares. Así que los retrasare hasta cuando pueda. Como disculpas aquí os dejo un capitulo de No me dejes sola. Espero que os guste. :)

- Su nombre es Miguel y nos conocemos desde siempre al igual que su madre y la mía. No íbamos al mismo colegio por eso venia a recogerme al mío, yo le decía que no hacía falta pero él se defendía diciendo que quería protegerme. La verdad es que a mí me encantaba que él siempre estuviera ahí.
<<Miguel no era mi único amigo, como te he dicho antes, estaba Gabriel. A él lo conocí en Primaria, siempre estaba solo en los recreos y no me gustaba, por eso me unía a él y poco a poco empezamos a ser buenos amigos.
- Entonces – le interrumpe –, ¿por qué dejo de serlo?
- No lo sé, tampoco me interesa. Aunque me duele mucho.
- Pero tienes una corazonada del por qué.
- Sí, pero ya llegaremos a eso.
- Es verdad, perdona, creo que te he cortado.
- No pasa nada. Bueno, como iba contándote Miguel y Gabriel eran mis amigos, los únicos la verdad, yo no era muy sociable y sigo siéndolo. Yo los quería a los dos por igual, pero me había enamorado de Miguel en secreto. Él tenía algo especial y hacia que mi corazón saltara cada vez que lo veía, yo no estaba dispuesta a confesárselo porque era demasiado vergonzosa.
<<Hasta que en las Navidades de 2009, en la casa de campo al que siempre íbamos, Miguel me confesó que me quería desde que tenía uso de razón, me dijo que quería que empezáramos a salir, loca de alegría dije que sí y él me beso. Creo que es el mejor beso que me han dado alguna vez y me lo dio con tanto cariño que me mató.
<<Desgraciadamente, Gabriel estaba en contra de nuestra relación. Decía que Miguel era demasiado imbécil y que no me convenía. Yo le dije que le quería y que lo que él pensará me importaba muy poco, se enfadó mucho y dejo de hablarme. A mí me daba igual, me bastaba con el amor de Miguel. Creo que nuestras madres siempre habían querido que estuviéramos juntos porque cuando después de salir un año lo descubrieron se pusieron eufóricas. El y yo íbamos tan bien…
- ¿Qué pasó? – dice Amelia al ver que Sofía ha dejado de hablar.
- Me engañó. Lo descubrí días antes de cumplir tres años juntos, por suerte.
- ¿Cómo fue? – Amelia le coge las manos dándole ánimos.
- Yo… yo fui a visitarlo a la tienda que estaba al lado de mi casa porque quería contarle qué no podía quedar con él para ir a ver una película pero Miguel no estaba, lo busque por todas partes pero nada. Se lo pregunte a la dependienta y me dijo que estaba en el parque de al lado.
<<Yo fui a buscarlo, marqué su número de teléfono y lo llamé, al levantar la vista lo vi como una chica de pelo castaño, que estaba sujetándole el cuello con los brazos. Sin soltarse de ella cogió su móvil, miró la pantalla y lo volvió a guardar. Le envié un mensaje diciéndole qué mirará a su alrededor, al leerlo lo hizo y me vio. Intentó soltarse de aquella chica pero ella no lo dejo, yo me quede plantada ahí mirándolos hasta que ella le dio un beso en la boca.
<<Esa fue la gota que colmó el vaso y me fui de ahí sin mirar atrás. No sé si fue mi imaginación al escucharlo gritar mi nombre pero aún así no me detuve. Me llamó, intento comunicarse conmigo de todas las maneras posibles, con mi madre, por correo, en persona…pero yo no le hice caso.
<<En Navidad estaba sola en casa porque mis padres trabajaban, había conseguido olvidarme de Miguel, más o menos, y parecía que él a mi también por eso me sorprendió al verlo tras la puerta cuando sonó el timbre. Entró sin que le diera permiso, yo le grite que se fuera que no quería hablar con él pero me dijo que al menos lo escuchara y lo hice.
<<Me dijo que lo sentía mucho, que no quería que me enterara así, me juro que me lo iba a contar pero yo sé que no lo iba a hacer y cuando comenzó a contarme que se llamaba Laura lo interrumpí dándole una bofetada tan fuerte que me dolió la mano. Pero es lo que había querido hacer desde que lo vi con aquella chica y no me reprimí lo más mínimo; después de eso lo insulte lo más fuerte que pude mientras le pegaba con los puños. Mi padre llegó en ese momento y me apartó de él, al ver que estaba llorando violentamente, sacó a Miguel de casa a empujones. No me preguntó que pasó y tampoco se lo contó a mi madre. Fin de la historia – dice en un suspiro.
- Vaya, menuda historia. ¿Es por eso que estabas llorando?
- No, es porqué después de un año nos volvimos a ver y él me dijo que quería volver a pertenecer a mi vida.
-¿Qué? Menudo capullo.
- Sí.
- Lo siento mucho.
- No pasa nada, lo tengo superado. Pero…
- ¿Pero qué?
- Creo que en el fondo quiero volver con él.
- No puedes, Sofía. ¿No has escuchado nunca la norma de: Con los ex nunca se vuelve?
- No, ¿hay normas sobre eso?
- Sí.
- No lo sabía.
- Pues ya lo sabes. Sofía, si vuelves a verlo, avísame. Yo intentaré salvarte de que no vuelvas con él.
- Gracias, Amelia. Especialmente por escucharme.
Le quita importancia sacudiendo la mano.
- Para eso están las amigas.
- Me alegro de que lo seas. Sé que al principio me comportaba un poco borde contigo pero, como he dicho antes, no soy muy sociable.
- Pues conmigo dejarás de serlo – mira su reloj de pulsera – Dime una cosa, Sofía, ¿te gusta llegar tarde a clase?
- No, la verdad.
- Pues nos hemos saltado Matemáticas.
Se levantan de la mesa y salen del bar.
- Bueno, Matemáticas se me da más o menos bien.
- Pues a mí no.
- Bueno, ¿para qué me tienes a mí?
- ¿Me ayudarás?
- Sí

La abraza eufórica dándole las gracias. Caminan animadas por la calle, se cuentan más cosas sin importancia hasta que llegan al instituto.

miércoles, 17 de julio de 2013

Capitulo 15

Muy bien, lectores y lectoras de mi novela. Aquí tenéis el capitulo 15, y os tengo preparada una sorpresa en forma de concurso. Os diré toda la información este sábado 20. Así que nos vemos pronto. Besos :)

El puente pasa rápido ya que solo duran cuatro días. A Sofía, como siempre, le molesta tener que volver al infierno del instituto, pero no tiene más remedio, además solo le queda dos años más y podrá irse a la universidad.
Sale de su cuarto después de haberse cambiado y se dirige a la cocina. Se prepara el desayuno mientras pone las noticias para distraerse y ahuyentar al silencio. No hace mucho ruido para no despertar a su padre, ayer llego a casa muy cansado y se fue a dormir directamente sin cenar.
Coge el móvil que ha dejado en la mesa del salón, está apagado porque no creía que le llamaría nadie o que incluso le enviaran un mensaje, pero para su sorpresa tiene cinco llamadas perdidas y un mensaje en su buzón de voz. Lo borra sin escucharlo, el número es desconocido y lo más probable es que se hayan equivocado. Se mete el móvil en el bolsillo del pantalón y coge una tostada.
Cuando va a sacar el Cola – Cao del armario algo cae en su cara haciendo que sus gafas salgan de su sitio y un dolor intenso en el ojo derecho. Dolorida avanza un paso y siente como algo se rompe bajo su pie.
- ¡Mierda! – grita arrodillándose en el suelo. Ha partido en dos la patilla de su gafa.
Los levanta lentamente del suelo e intenta arreglarlo pero es imposible. Lanza un suspiro desesperada, no sabe qué hacer porque sin gafas es peor que un topo. Las malditas lentillas son su último recurso. Odia usar lentillas porque a veces son muy molestas pero no piensa ir como un topo a clase. Lanza las gafas a la mesa y corre hacia su cuarto. Coge las lentillas que hay en su mesilla, va al baño y se las pone con delicadeza. Cuando ha terminado vuelve a la cocina, mira el reloj que hay encima de la encimera: las 7:30. Toma su desayuno rápidamente, cuando acaba se cuelga la mochila al hombro y sale de su casa. Baja por las escaleras, vive en el primer piso así que no baja por el ascensor. Llega al portal, sale y se para en seco al ver al chico que está de pie delante de ella apoyado en un coche.
- ¿Qué haces aquí, Miguel?
- Quiero hablar contigo.
- Ya, pues yo no quiero hablar contigo.
- Sofí, por favor…
- Miguel – lo interrumpe levantando la mano –, no sé qué quieres de mí y no me interesa lo más mínimo. Así que adiós.
Se aleja con la cabeza alta pero el vuelve a situarse al lado suyo.
- Al menos escúchame, por favor.
- Como quieras.
- No llevas gafas.
- Gran observación, Sherlock – dice con sarcasmo – Se me han roto.
- Estás muy guapa con lentillas. Bueno, estas guapa con lo que te pongas.
- Dime lo que quieres de una vez – dice exasperada.
- ¿Iras a la casa de campo en Navidad?
- ¿Irás tú?
- He preguntado yo primero.
- No lo sé.
Se quedan en silencio hasta que Miguel retoma la palabra.
- Dime una cosa, Sofí, ¿crees en el karma?
- Por supuesto.
- Pues creo que me ha devuelto lo que una vez te hice.
- ¿Qué quieres decir? – dice tras pararse en seco.
- ¿Recuerdas que te dije que lo había dejado con Laura?
- Sí.
- No te he contado porque.
- ¿De verdad crees que me interesa?
- No, creo que no.
- ¿Entonces? – se acerca más a él amenazadoramente – ¿Qué quieres de mí?
- Yo… - se masajea el cuelo – quiero volver a tu vida, Sofí
- ¿Por qué? – le coge las solapas de su chaqueta y lo sacude – Dime porque, por favor. Me sentía mucho mejor cuando dejaste de pertenecer a ella – le suelta tirándolo lejos de él – Me hiciste mucho daño y no pienso tropezar con la misma piedra porque he conseguido olvidarlo. Desaparece y no vuelvas a intentar acercarte a mí.
Se aleja pero él la detiene agarrándola del brazo.
- No pienso dejarte ir otra vez. La cague bien cagada, Sofía. Lo reconozco. Pero es a ti a quien he querido siempre, ¿no lo ves? Siento lo que te hice y te juro que no volveré a hacerlo, dame otra oportunidad.
Lo mira a los ojos, sabe que es sincero pero le es imposible darle otra oportunidad, o tal vez sí. Sofía está hecha un lío y que Miguel esté tan cerca de ella empeora las cosas. Se suelta de él bruscamente y lo empuja con todas sus fuerzas.
- No me hagas esto, Miguel. No quiero volver contigo. Y si me quieres, déjame.
Vuelve a alejarse de Miguel, pero esta vez no la retiene.
- Por ese motivo, no voy a dejarte – grita detrás de ella.
Sale corriendo secándose una lágrima que se ha escapado de sus ojos. Entonces, en ese momento se choca con otro cuerpo que iba en dirección contraria y es tan torpe que es ella la que se cae.
- Vaya, lo siento yo… ¿Sofía?
Mira hacia arriba y ve que es una chica que le suena mucho, le da la mano y Sofía lo coge para poder levantarse.
- ¿Estás bien, Sofía?
- Sí, estoy bien. Perdona, pero creo que no te conozco.
- ¿No? Vaya, eso duele – suelta una risa ante la mirada desconcertada de Sofía –. Soy Amelia, la chica que se sienta detrás de ti en clase.
- Oh. Perdona, yo es que…
Las lágrimas vuelven a ella sin que pueda soportarlo.
- ¡Eh! Oye – Amelia la mira preocupada –, ¿qué te pasa?
Pero ella no le contesta porque empieza a sollozar.
- Maldita sea – susurra. No sabe muy bien qué hacer, será mejor que se sienten en algún sitio. Mira a su alrededor, entonces consigue ver un bar – Ven, vamos.
Le rodea los hombros con los brazos y deja que apoye su cabeza en su hombro mientras sigue llorando. “Vaya, ¿qué le ha pasado?”, piensa preocupada mientras se sientan en un lugar apartado, “sea lo que sea es muy grave.” Poco a poco Sofía deja de emitir sollozos y se seca los ojos con las mangas de la chaqueta.
- Toma – Amelia le ofrece un pañuelo y Sofía lo coge emitiendo un leve gracias - ¿Estas mejor?
- Sí, lo siento mucho. No sé que me ha pasado.
- No importa, no hace falta que me lo expliques. Si necesitas desahogarte, te escucharé.
La idea es tentadora, pero no puede, no la conoce.
- Tenemos que ir a clase.
- Lo sé, pero primero quiero asegurarme que estas bien. Y veo que no – dice mirándola atentamente a los ojos –. Si me lo cuentas te sentirás mejor.
Sofía hace una mueca con los labios.
- Tendría que contarte toda la historia y creo que te aburriría.
- Soy toda oídos. Pero antes ¿qué tal si pedimos algo? Pago yo.
Antes de que pueda contradecirla Amelia ya se ha levantado a pedir una Coca-Cola en la barra. Vuelve otra vez y deposita los vasos en la mesa.
- Gracias.
- De nada.
- Antes de empezar, ¿se supone que somos amigas?
- ¿Quieres que lo seamos?
- Bueno, sí, creo.
- Pues entonces somos amigas.
- Pero no nos conocemos de nada.
- ¿Quién ha dicho que haga falta conocerse para ser amigas? Pero si te tranquiliza, te contare cosas sobre mí. Vamos a ver…Tengo tres hermanos, dos pequeños y otro de mi edad. Mi padre trabaja en una empresa de construcción y mi madre es abogada. Tengo pocos amigos y muchos conocidos. Novios, los justos – toma un sorbo de su Coca-Cola –. Te toca.
- Vale – dice con una sonrisa. No pensaba que le iba a dar tanta información –. Yo no tengo hermanos. Mi padre es policía y mi madre es azafata. Amigos dos y novios solo uno.
- Tres.
- ¿Qué?
- Que ahora tienes tres amigos.
- No, he contado contigo.
- ¿En serio? ¿Solo tenias un amigo?
- Sí, es gay – dice avergonzada –. Es un poco triste.
- ¿Bromeas? Es genial, siempre he querido tener uno.
- Pues – dice sorprendida ante la reacción de Amelia – algún día te lo presentaré, estoy segura que le caerás bien.
- Me encantaría. Bueno, creo que ahora puedes empezar con la historia.
- ¿En serio quieres saberlo?
- Por supuesto, como amiga tuya tengo derecho a saberlo. Es sobre un chico, ¿verdad?
- Sí.
- Entonces la historia será más interesante.
- Antes tengo que contarte una cosa. ¿Sabes quién es Gabriel?
- Sí, es el chico que no para de reírse de ti cuando tiene la menor oportunidad.
- Era mi amigo.
- ¿En serio?
- Sí.
- Esto comienza a ponerse más interesante.

Sofía sonríe, tal vez no se conozcan de toda la vida pero está segura que pueden conocerse perfectamente en los días quedan.

sábado, 6 de julio de 2013

Capitulo 14

José Martínez era robusto, con los hombros y caderas anchos, ojos negros y pelo moreno, con aspecto de policía, claro está, por que lo era. No se le escapaba nada y menos lo que hace su hija que, sorprendentemente, no estaba en casa cuando el llego. Lo primero que hace al no encontrarla es buscar el teléfono, pero cuando estaba marcando su número de teléfono la puerta de su casa se abre y por ella entra Sofía.
- ¡Hola! – saluda ella nada más entrar.
- Hola – su padre se dirige a ella con el ceño fruncido al ver una caja entre sus manos –. ¿Dónde estabas?
- Comprando donuts.
- ¿Donuts? ¿Por qué?
- No se – se acerca a él, le da un beso en la mejilla y deja la caja en la mesa –, no te preocupes tanto, o morirás de un infarto en vez de un balazo.
- Uno se muere de un balazo si no tiene reflejos, y yo los tengo.
Sofía se ríe ante la ocurrencia de su padre. Bueno, al menos ha conseguido distraerle.
- Tienes mucha razón, papá.
Entre risas y bromas preparan el desayuno y se sientan en la mesa.
- ¿Qué tal la fiesta ayer?
- Genial. Aunque Roberto me obligo a cantar.
- ¿Y no te gustó?
- Sí me gusto, pero fue un poco vergonzoso.
- Pero no es la primera vez que cantas delante de un público.
- Papá, es muy distinto.
- ¿Por qué?
- Porque…Agh, déjalo. Por cierto, mamá llamó anoche.
- ¿Sí? ¿Qué quería?
- No lo sé, llamó y me preguntó que tal estaba. Solo me dijo que te dijera a ti que había llamado.
- Oh, sí. Me llamó después.
- ¿Y qué te dijo?
- Me preguntó si no me importaba llevarte con ella al campo Maite en Navidad.
Sofía hace una mueca con la boca. Maite es la mejor amiga de su madre y dueña de la panadería. Así que si la amiga de su madre va eso quiere decir que su hijo también, y eso no es una buena idea.
- ¿Qué pasa, Sofi?
- No quiero ir al campo.
- ¿Y eso por qué?
- Papá, si va Maite irá Miguel y, sinceramente, no quiero verlo.
- Ay, hija. No puede escapar siempre de él.
- No escapo de él, solamente no quiero verlo.
- ¿Por qué no llevas a alguien?
“Claro”, piensa, “como tengo tantos amigos”
- Sí, papá, tal vez lo haga.
Terminan de desayunar y José le dice que va a descansar un poco, hoy tiene todo el día libre, algo que no ocurre frecuentemente. Pero a ella le gusta porque así su padre puede dormir.
Desde la separación de sus padres, él no ha vuelto a ser el mismo. La separación fue amigable, pero dura. Su matrimonio no funcionaba bien ya que la diferencia de horarios en el trabajo no coincidía y el amor que sentían había desaparecido. Esa es una de las razones por las que cree que el amor para siempre no existe.

Nada más llegar al parque Lorena y Christian salen corriendo hacia los columpios dejando atrás su enfado por la pelea. Amelia se siente en un banco cerca de los niños para poder verlos, saca su Mp3 y elige la canción que quiere escuchar, For The Love Of A Doughter, le encanta esa canción. Unos cuantos minutos después Lorena va hacia Amelia y le pide que juegue con ella ya que Christian ha ido a jugar con otros niños al futbol. Amelia va hacia ella y le columpia con la canción de Spectrum de fondo.
Cae rendida en el banco, su hermana es muy activa, no puede seguirle el paso. Que si ahora colúmpiame más fuerte, que si ahora vayamos al tobogán, que sí ahora juguemos al pilla pilla. Menos mal que ha encontrado a unas niñas que van a su clase, sino no sobreviviría más.
De pronto ya no escucha música saliendo de su auricular, saca el Mp3 de su bolsillo y se da cuenta de que la batería se ha agotado. Resignada lo apaga y justo cuando levanta la mirada para buscar a su hermano, este da una patada al balón tan potente que le da en la cabeza a un chico con capucha. Solo Amelia se da cuenta y sale corriendo hacia él.
- Oh, vaya. ¿Estás bien?
No le ve muy bien la cara pero se da cuenta de que asiente con la cabeza.
- Sígueme, te llevare a un banco.
Lo lleva hacia el que hace unos momentos estaba ella y lo sienta lentamente.
- ¿Estás seguro de que estas bien?
- Sí, maldita sea. ¿Quién ha sido el imbécil que me ha dado con el balón?
En ese momento el chico se quita la capucha rebelando su cara. Los dos se quedan sin aliento porque se reconocen. Es el chico del concierto que los llevo en furgoneta.
- Me temo – dice Amelia –, que el imbécil es mi hermano pequeño.
- Perdona – se levanta del banco poco a poco para no marearse –, no sabía que era tu hermano.
- No pasa nada, es un imbécil porque no ha venido a disculparse – da media vuelta y busca a su hermano con la mirada - ¡Christian! – grita cuando lo encuentra - ¡Ven aquí!
El niño corre hacia ellos con cara disgustada, probablemente le caiga una bronca.
- Creo que tienes que decirle algo – dice ella cuando su hermano llega.
- Lo siento.
- No pasa nada, chaval – le dice Roberto –. Estoy bien, creo – dirige sus dedos hacia donde ha recibido el golpe – Puedes irte. Por cierto, buen tiro. Si hubiera sido una portería hubieras marcado gol.
- Gracias.
- Eso – le dice Amelia –, tú encima aliéntalo a que siga tirándole balonazos a las personas.
- ¿Qué? Es la verdad. Tiene una buena puntería.
- ¿Seguro que estas bien? – dice preocupada acercándose un poco para poder ver si tiene alguna hinchazón.
- Sí, solo me duele la cabeza.
- Normal. El golpe ha sido muy fuerte – acerca los dedos hacia donde estaban los de él antes - ¿Te duele aquí?
- Sí.
Sus  cuerpos están a escasos centímetros, casi rozándose. Sus alientos se mezclan, ninguno de los dos está seguro de poder separarse. Pero Amelia, al darse cuenta de la cercanía, quita la mano tan rápidamente que el pelo de Roberto se enreda con la pulsera de ella haciendo que la cara de él choque con la de ella y, a su vez, sus bocas. Instintivamente Roberto la sujeta por las caderas y la pega más a él, Amelia no se resiste, no sabe porque pero quiere seguir saboreando sus labios y asustada por su reacción se separa bruscamente de él dándole igual o no si le hace daño al arrancar la pulsera de su pelo.
- ¿Qué crees que estás haciendo? – le pregunta furiosa.
- ¿Yo? Nada. Me has tirado del pelo con la pulsera y yo…
- Déjalo. No necesito que me des explicaciones. Será mejor que me vaya.
Se aleja de él. Va hacia su hermano y después hacia su hermana, se los lleva a casa, no quiere estar ni un minuto más en ese parque.
- Amelia – le dice su hermana pequeña –, ¿por qué has besado a ese chico? ¿Es tu novio?
- ¿Qué? No, claro que no.
- ¿Entonces?
- Lore, déjalo, no lo entenderías. Pero de esto ni una sola palabra a mamá y a papá y mucho menos a Arthur, ¿entendido?
- Sí.
Y con esa promesa de su hermana vuelven a casa. Amelia espera no volver a encontrarse en su vida con ese chico.

martes, 2 de julio de 2013

Capitulo 13

Siento no haber publicado nuevo capitulo el viernes anterior pero resulta que no tenia Internet así que he tenido que esperar hasta hoy. Bueno, espero como en cada capitulo publicado que os guste. No os olvidéis del comentario para decirme que os ha parecido. Besos.

Lo primero que escucha al despertarse son los gritos de sus hermanos peleándose. Parece que nadie los va a parar así que decide ser ella la que lo haga. De mala gana sale de la cama y se dirige hacia el cuarto de sus hermanos, no sin antes mirar la hora, las diez.
Lanza un suspiro al entrar al cuarto, Lorena y Christian están peleándose por el mando de la televisión que en ese momento esta encendido en el canal de Disney Channel.
- ¡Ey! ¡Chicos! Parad, venga – coge a Christian y Lorena separándolos como puede.
Sienta a Lorena en su cama, Amelia se sienta en el suelo y coloca a Christian en su regazo inmovilizándolo con los brazos, pero este no para de retorcerse gritando para que lo suelte.
- Christian, si no paras, te matare a besos – su hermano para inmediatamente –. A ver, ¿por qué os estabais peleando?
Los dos niños hablan al unísono cada uno dando su argumento y no Amelia no se entera de nada.
- ¡Eh! ¡Eh! – les grita para que paren – Vamos a ver, si habláis los dos a la vez no me entero de nada. Lorena, dime que ha pasado.
-  Christian no me deja ver la televisión porque dice que no le gusta ese programa. Pero yo me he despertado primero, mamá nos dijo que el que se despertara primero vería la tele y yo…
- Pero – le interrumpe Christian –, yo me he despertado primero. Lo que pasa es que me cuesta más que a ti.
- A ver, Chris, si Lorena se ha despertado antes que tú tienes que respetar la norma de mamá.
- Pero…
- Ni peros ni nada, Lorena se ha levantado primero y le toca ver a ella.
- ¡No es justo! – su hermano se levanta rápidamente empujando a Amelia hacia atrás - ¡Solo porque ella es tu preferida le dejas que ella vea la tele! ¡Te odio!
En ese momento entra Arthur con el pelo revuelto y con cara cansada, Christian lo empuja al salir.
- ¿Qué ha pasado aquí? – mira desconcertado a su hermana y después mira hacia dónde ha salido su hermano.
- Nada, voy a hablar con él. Quédate con Lorena.
- Vale – se dirige hacia su hermana pequeña y la levanta por los aires - ¿Qué pasa, enana?
Dejando atrás la risa de Lorena se dirige al salón donde Christian se ha sentado en el suelo viendo la tele. Se acerca a él y se sienta a su lado.
- Cómo venga mamá y te vea aquí te echará la bronca, ya sabes que no le gusta que veáis aquí la tele.
- Me da igual.
- Eh, oye. Lorena no es mi preferida, no tengo un hermano preferido, ya sabes que os quiero a los dos por igual, ¿vale?
- Es mentira. Siempre haces con ella las cosas divertidas y siempre le das la razón.
- No es verdad, ¿olvidas cuando te lleve a aquel parque de atracciones? ¿O cuándo en un juego ganaste tú y no Lorena? Lo que pasa es que yo solo hago lo que mamá dijo.
- Pero…
- Christian, dime la verdad. ¿Quién se levanto primero?
- Lorena – dice finalmente.
- Pues ya está. Venga vamos a preparar el desayuno.
Levanta a su hermano del suelo y lo lleva a la cocina. Poco a poco Christian deja de estar enfadado por lo sucedido y empieza a reírse de las bromas que le gasta Amelia. Cuando tienen el desayuno listo, lo llevan a la mesa, llaman a Lorena y Arthur y empiezan a comer.
- ¿Mamá y papá? – pregunta Lorena.
- Me parece que hoy les tocaba reunión – le responde Arthur –. Imagino que volverán por la tarde.
- Vale.
- Eh. ¿Por qué no nos vamos al parque que hay detrás de casa?
Sus dos hermano se apuntan animado, gritan que sí y empiezan a hablar de lo que podrían llevar.
- Yo no voy, tengo que hacer un trabajo muy importante para después de Pilares.
- Vaya, ¿estás enfermo, hermanito? No sabía que ahora eras alguien responsable. Por cierto, me debes una explicación sobre lo de anoche.
- ¿De qué?
- No lo sé… ¿De tu llegada misteriosa a casa tal vez?
- Oh, sí. Es verdad.
- ¿Y bien? Estoy esperando tu respuesta.
- Papá me llamó para que le llevara unos documentos.
- ¿Qué? ¿Te despertó a las siete de la mañana para que le llevaras unos estúpidos papeles?
- No eran estúpidos, creo que trataban de unos porcentajes de la empresa.
- Arthur…
- No pasa nada, hermanita. Además, me pagó diez euros por llevárselos.
- Me da igual lo que te pagara, ni que fueras su cartero personal.
Arthur pone los ojos en blanco y sigue desayunando. Por supuesto, su excusa es mentira pero no está dispuesto a decir la verdad, al menos no por ahora.

Sofía camina hacia su casa con la mirada perdida. No sabe a qué se debían tantas preguntas por parte de Gabriel. ¿Qué pretendía exactamente? ¿Recuperar el tiempo perdido? Eso no se puede conseguir, no cree que haya nada perdido y si lo hubiera no está dispuesta a recuperarlo. Además, como dijo en la sala del hospital, fue él quien se alejo de ella y empezó a actuar como un completo desconocido, como si fueran enemigos. Exactamente, ¿qué hizo ella para merecer su desprecio?
En fin, no tiene por qué pensar en eso. Ahora solo quiere llegar a casa y dormir un poco. Cuando llega al portal ve un coche de policía aparcado delante de su casa. Su primer pensamiento es que ha pasado algo en su edificio pero después de mirar la hora en su reloj y el muñeco que cuelga del espejo de su interior se da cuenta que es de su padre, y si es el coche de su padre el que está aparcado delante de su casa, eso quiere decir que ha llegado más pronto de lo que pensaba.
Por suerte ha pensado en la posibilidad de que su padre llegara antes que ella así que saca unas cuantas monedas del bolsillo de su pantalón y entra en la panadería al lado de su portal.
- Buenos días, Sofi – la saluda la dependienta – ¿Qué haces despierta a estas horas?
- Vengo a comprar pan.
- Pero si tu padre ya ha venido a comprar eso.
- ¿Si? – dice sorprendida – Anda, pues supongo que cuando él subía hacia casa yo estaba bajando a comprarte pan. Pues… - ¿ahora qué? Oh, ya lo sabe – Entonces dame un par de Donuts, a mi padre le encantan.
- Marchando un par de donuts – se dirige a la trastienda.
- Ey, Sofi.
La persona que la saluda es Miguel,  hijo de la dueña de la panadería y, desde hace un año, su ex-novio. Aparece delante de ella con un delantal blanco, una camiseta morada debajo de ella, vaqueros azules y zapatillas negras, lleva el pelo desaliñado tal vez porque se ha levantado muy pronto, sujeta entre sus brazos una caja llena de panes que los deposita en una mesa. Y esos ojos verdes, ese pelo rubio y esa cara de niño malo hacen que, como cada vez que lo ve, se le salte el corazón. Pero con ese sentimiento también hay enfado, enfado por una traición que supuso su ruptura.
- Hola, Miguel – le saluda ella con la mejor sonrisa que puede.
- ¿Qué tal te va todo?
-  Bien. ¿Y a ti?
- Genial.
- ¿Qué tal con Laura?
- Lo dejamos hace unos meses.
- Vaya, lo siento.
- No pasa nada. ¿Y tú? ¿Alguien nuevo en tu vida?
- No, todo sigue igual.
El silencio incomodo inunda el ambiente, Sofía suplica para que la dependienta vuelva pronto.
- Oye, Sofi, tenemos que hablar de lo que paso en…
- Miguel, mira, no hay nada de qué hablar. Las cosas quedaron muy claras cuando lo dejamos, no pienso hablar más del tema.
La dependienta vuelve a aparecer de la trastienda, le entrega a Sofía la caja, recibe el dinero que le da y se despide de ella.
- Sofía – le grita Miguel cuando esta fuera –, me ha alegrado verte.
Ella le responde con una sonrisa ya que, lamentablemente, no puede decir lo mismo.