viernes, 31 de mayo de 2013

Capitulo 10

Hola, antes que nada quiero comentaros una cosa, para vosotros mis lectores. Necesito saber que este décimo capitulo no es subido en vano y que los capítulos siguientes y anteriores tampoco lo son. Para eso quiero que dejéis un comentario y que mi novela lo lean más personas. No se si es pedir mucho, pero seria una gran ayuda para mi que lo hicierais  Muchas gracias. Ahora sin mas demora os dejo el nuevo capitulo dedicado a mi querida fan de Twitter que también tiene una novela, ya os diré en el próximo capitulo cual. A mi fan de Whatsapp y al grupo Las Ingeniosas De Blue.

Una vuelta, dos, tres… ¿Cuántas lleva desde que se fue a casa? No lo sabe, ha perdido la cuenta. Pero es que cada vez que cierra los ojos aparecen ante sí otros, unos azules, intensos, cautivadores… ¡Ah! Ahí están otra vez, ¿por qué? ¿Por qué justamente ahora tiene que aparecer hasta en sus sueños? Solo lo ha visto una vez y por lo visto ha bastado esa única vez para volverla loca. Suerte que al día siguiente no tiene clase, si no, llevaría unas ojeras profundas.
Mira el reloj que hay al lado suyo, son las 7 de la mañana. No puede más, se levanta, tiene que salir del cuarto un momento, a tomar un vaso de agua. Saca los pies de la cama y se dirige a la cocina, coge la garrafa que hay encima de la encimera y lo sirve en un vaso, se sienta en la silla más cercana y bebe a sorbos. Piensa y piensa… No entiende porque se tortura tanto, lo más probable es que no lo vuelva a ver, que no vuelva a ver esos ojos ni vuelva a oír su voz. Sí, sin duda no lo volverá a ver.
Entonces el silencio de la mañana se ve interrumpida por el sonido de la puerta abriéndose lentamente, Amelia, asustada, se levanta bruscamente y aprieta fuerte el vaso, tanto que siente sus nudillos volverse blancos. Va hacia la entrada y pega un ligero grito al ver a la persona delante de ella.
- ¡Dios! ¡Amelia! ¿Qué susto?
- Susto el que me has dado tú, Arthur. ¿Se puede saber de dónde vienes a estas horas?
- La pregunta es qué haces tú a estas horas despierta. ¿Has…has tenido una pesadilla?
- No, no, ya sabes que hace tiempo que no…
Se calla, los dos saben lo que ella quiere decir. Es verdad que hacer como un año dejo de tener pesadillas, y es un alivio porque no era muy agradable para ella despertarse nerviosa y asustada.
- Bueno – Amelia quiere cambiar de tema, es demasiado temprano para hablar de aquello –, ahora respóndeme tú. ¿De dónde vienes tan temprano?
- Yo…
- ¿Amelia? ¿Arthur? – dice una voz somnolienta, los dos miran hacia la pequeña que ha dicho esas palabras - ¿Por qué estáis despiertos?
- Oh, cariño – Amelia anda hacia su hermana y la coge entre sus brazos – No deberías estar despierta a estas horas, ven, te llevaré a tu cama. Y tú – dice dándose la vuelta hacia su hermano y lo señala –, no te has librado de mí.
Amelia se va y deja a Arthur tras de sí, ¿qué hacia despierto tan temprano?

Arthur respira aliviado, menos mal que no le ha dicho nada. No quiere que nadie sepa lo que hace para despertarse tan pronto. Se coloca bien la mochila que le cuelga sobre un hombro y va a su cuarto a guardar todas sus cosas en su mochila.
Uno a uno los va sacando y lo va colocando cuidadosamente en su mesa, no quiere que nada se estropee, en especial su compañero de viaje, el que siempre lo ha acompañado a tantos cambios de domicilio.
Bosteza, el esfuerzo de levantarse tan temprano ha valido la pena, ha conseguido cosas muy buenas. Mañana lo pasará a su ordenador, mientras tanto es mejor que valla pensando una excusa para la insistente de su hermana.

No debería haberlo dejado ir en esa maldita moto, no debería. Es la mantra que repite una y otra vez en la sala de esperas de urgencias.
El golpe que escucho fue muy fuerte, por suerte había una ambulancia que transportaba a un anciano y consiguieron llevar al único herido al hospital de urgencias. Camina de un lado a otro, se ha quitado los tacones y anda descalza, el vestido sigue siendo incómodo peor lo soporta, necesita soportarlo.
Una mujer de más o menos 30 años se acerca a ella, es la médico que ha atendido a Gabriel.
- Cristina – corre hacia ella – ¿qué tal esta?
- Está estable, Sofía. No ha perdido mucha sangre pero si ha sufrido un gran golpe en la cabeza. Lo hemos sedado para que guarde reposo, lo más probable es que se despierte mañana.
Aliviada se sienta en la silla que hay al lado suyo.
- Menos mal, lo he pasado fatal pensando que…
- No, pero aún así, sus golpes son fuertes, se recuperará tranquila.
- Gracias, Cris. Siento haberte llamado tan temprano, pero era la primera persona que he pensado que…
- No pasa nada, Sofí. Hoy tenía turno de noche.
- Aún así muchas gracias.
- ¿Qué tal están tus padres?
- Bien, mi padre hoy tiene guardia y mi madre está en un avión rumbo a Francia.
- ¿Así que sola en casa?
- Sí, hoy Roberto me ha llevado hoy a una fiesta.
- Ya lo veo – dice señalando su vestimenta. Ella se sonroja avergonzada
- Cris, ¿puedo ver a Gabriel?
- Déjame hacerte una pregunta ¿lo conoces? ¿Es algún familiar o amigo tuyo?
- No, lo he…conocido en la fiesta y va conmigo a clase.
- Sofía, ya sabes que no puedo dejarte pasar.
- Lo sé, pero podrías intentarlo.
Cristina deja escapar un suspiro desesperada.
- Vamos a averiguar si tiene familiares, vete a casa, cámbiate y duerme. Mañana por la mañana vienes y hablamos ¿de acuerdo?
- No, quiero quedarme a dormir aquí. Me iré a casa y me cambiaré pero quiero dormir aquí.
- Sofía…
- Por favor, Cris, por favor.
- Vale, solo espero que no me metas en problemas.
- Gracias. Volveré dentro de media hora.

Sale corriendo y por suerte hay un taxi esperándola, se sube y le indica su dirección. No sabe porque pero quiere estar con Gabriel cuando se despierte.

viernes, 24 de mayo de 2013

Capitulo 9


Ella fue como la luz que iluminó mi camino. Pero así como vino se fue, dejando otra vez la oscuridad en mí. Pero debería haber actuado rápido y no dejar que otro se la llevará; por eso ahora dejaré que sea feliz y no me entrometeré en su camino. Tal vez algún día por fin sea mía.

 Entra malhumorada, no tiene porque ir en coches de desconocidos, especialmente si ese desconocido ha bailado contigo y después se ha ido como si nada. Pero su hermano ha insistido tanto que…
El chico entra junto con su hermano.
- ¿Dónde vivís?
- En la calle Julián Gallego. – contesta su hermano – ¿Sabes dónde está?
- Sí, ¿por las afueras no?
- Sí. Soy Arthur, por cierto – le tiende la mano.
- Roberto – le coge la mano, y la sacude – ¿Y tu…?
- Amelia – dice ella cortante – ¿Y ahora que cada uno sabe su nombre nos podemos ir?
- Vaya, menudo humor – gira la llave de contacto y el motor de enciende - ¿Sabes? Deberías tener un poco más de amabilidad con tu salvador.
- Tú no…
- Bueno – le corta Roberto –, ¿no sois de por aquí no? Lo digo por vuestro acento.
- ¿Tanto se nota?
Vaya ¿y ahora empiezan a hablar como si se conocieran de toda la vida? Genial, jodidamente genial. Malhumorada chasquea la lengua, saca su móvil y los auriculares, va a su lista de reproducción y aprieta Play.
- Bueno, un poco. Tenéis un acento raro ¿de dónde sois exactamente?
- Más o menos de muchas partes, nuestros padres viajan mucho, y nos llevan con ellos. Nacimos en Londres y vivimos ahí durante diez años, después nos mudamos a Colombia y estuvimos ahí cerca de dos, finalmente llegamos a España hace tres años.
- Así que ¿sois hermanos?
- Sí.
- Vaya, ¿puedo decirte algo sin que suene raro?
- Supongo.
- No os parecéis en nada. Quiero decir, no todos los hermanos se parecen entre sí, pero no se…
- Suelen decírnoslo, no te preocupes.
- Vale. Entonces dime ¿que tal por Londres?
Y empiezan una animada conversación sobre los viajes que han hecho los dos, como buenos amigos. Se ven interrumpidos por la llamada de teléfono de la prima de Roberto y tras unos minutos de llamada cuelga.
El silencio invade el ambiente, ya no hay nada que decir. Al menos una se divierte escuchando música. Al cabo de 20 minutos llegan a la calle, el coche aparca delante del número 42 y los dos jóvenes bajan.
- Muchas gracias por el paseo, tío. Sinceramente, nos has ahorrado un gran esfuerzo esperando un taxi. Pero si hubiera sabido que habías dejado abandonada a tu prima, no hubiera dejado que nos llevaras.
- No pasa nada, me ha dicho que iba a coger un taxi, supongo que estará en casa.
- Bueno, pues muchas gracias.
Se despiden y el coche se aleja dejando atrás a los dos hermanos. Caminan hacia el portal, Arthur abre la puerta, deja pasar a su hermana y después entra él. Se dirigen al ascensor.
- Bueno, el viaje ha sido divertido ¿no crees?
No hay respuesta por parte de su hermana.
- Oye, ¿me escuchas?
Chasquea los dedos delante de su cara haciendo que se sobresalte, Amelia se quita algo del oído.
- Perdona, estaba escuchando música ¿qué me decías?
- Que el viaje ha sido divertido.
El ascensor llega y se meten dentro, Arthur pulsa el número 5 y las puertas se cierran.
- Si tú le llamas divertido al hecho de que un desconocido y tu hermano te ignoren, sí, ha sido realmente divertido.
- Oh, venga ya. Vamos hermanita, si tú eres la que se ha mantenido borde con aquel chico.
- Lo que pasa es que, por si no lo recuerdas, yo sí que hago caso a lo que nos enseño nuestra madre.
- Venga, hermanita, en serio, a veces eres tan seria que ni yo te soporto.
Llegan al quinto piso, la puerta del ascensor se abre y, como antes, Arthur deja pasar a su hermana. Cuando llegan a casa, entran dentro.
- ¿Qué hora es?
- Las dos, creo.
- Bueno, pues me voy a dormir. Gracias por llevarme a la fiesta, hermanito. Realmente necesitaba salir.
- De nada, Amelia. Ya sabes que siempre contaras conmigo ¿verdad?
- Sí.
Sonríe y se dirige a su cuarto. Cae rendida en su cama, los pies le están matando.
Se levanta y se dirige al armario mientras se quita los zapatos y la ropa, dejándolo todo tirado por el suelo, abre la puerta y saca una percha y cuando ya tiene todo guardado en su armario se dirige al cajón de su cómoda y saca su pijama. Cuando ya está lista para irse a dormir se tumba en la cama, apaga el móvil, cierra los ojos y sueña pensando en aquel chico de ojos azules.
Y mientras ella piensa en él, él piensa en ella…

Observa inquieta la moto, no sabe qué hacer. Tiene sentimientos contradictorios ¿debería montarse e ir con él o coger un taxi e ir andando a casa? Pero como siempre su deber supera a sus deseos y se quita el casco.
- Lo siento, no puedo montarme contigo en la moto.
Gabriel inclina la cabeza hacia un lado, sin comprender demasiado la respuesta de aquella chica con ojos azules.
- ¿Por qué no?
- Porque, primero, no te conozco; segundo, no me gustan mucho las motos y tercero, puedo ver que has tomado algo no demasiado bueno y perfecto para conducir.
- ¿Te refieres a drogas?
- Sí.
- ¿Y cómo puedes saber eso?
- Mi padre es policía, me ha enseñado mucho sobre estas cosas. Tienes las pupilas dilatadas.
- Entiendo ¿así que vas a ir andando entre todo este frío hasta casa?
- Sí.
- Pues no estoy nada de acuerdo – dice enfadado – Súbete a la moto.
- No.
- Mira, nena, como no te subas te subiré yo.
- Si me tocas gritaré y puede que use una de las tantas tácticas de defensa que me enseño mi padre.
Se miran desafiantes, finalmente es él el que da su brazo a torcer.
- Pues como quieras, tú te lo pierdes nena.
Arranca la moto y se pone en posición de arrancar.
- ¡Espera!
- ¿Qué? ¿Has cambiado de opinión?
- No, solo quiero que te pongas el casco.
- ¿Y porque no me lo pones tú?
- Porque eres tú el que lo tienes en las manos.
Gabriel sonríe y le tiene el casco. Ella, envalentada tal vez por el frío coge el casco, se acerca a él, y se lo pone, el visor está levantado por lo que lo baja.
- Ya está.
Se aparta, da media vuelta y se aleja. A sus espaldas escucha el motor rugir, arrancar e irse.
Pero algo no va bien porque de pronto escucha un frenazo, un pitido, un choque y finalmente un golpe.

viernes, 17 de mayo de 2013

Capitulo 8


Sofía espera tranquilamente sentada al lado del escenario. Su hermano se fue hace diez minutos, y aun no ha vuelto. ¿Dónde está? Mira su bolso, busca el móvil pero nada, no lo encuentra. Se lo ha dejado en clase y no puede llamarlo. Empieza a asustarse, ya no hay casi nadie en el local. Solo queda el guitarrista, el batería y ella. No conoce a ninguno, y le de mucha vergüenza preguntar. No sabe qué hacer, es comenzando a desesperarse. Tal vez si sale fuera…
No lo piensa más, se levanta y sale a la calle. Hace frio pero menos mal que ha cogido su chaqueta. Mira hacia un lado, luego hacia el otro. No ve a nadie pasar, en ese momento la puerta del local se abre y ella asustada sale corriendo hacia otra esquina, se oculta tras la pared, la voz de unos chicos llega a sus oídos, se ríen y bromean, parece que han bebido mucho.
- Eh, tíos. Hay que coger un taxi.
- Sí, vamos. ¿Pero qué hacemos con este?
- Yo no pienso llevarle, no soy un niñero.
- Yo menos.
- Pues habrá que dejarlo aquí, cuando reaccione ya se irá solo a su casa.
- Si, anda, que va demasiado borracho como para aguantarle. ¿A quién se le ha ocurrido traerlo?
- No sé, escucho a Luis hablar de la fiesta y lo invitó.
- Pues no ha resistido nada.
Las voces se van alejando y poco después desaparecen. Silencio. Sale de detrás de la pared, no hay nadie. Han dicho algo sobre dejar abandonado a alguien ¿qué clase de amigo te deja abandonado? Un nuevo soplo de aire le hace estremecerse, abre la puerta y justo en ese momento sale un chico que le hace chocarse con su pecho y tambalearse hacia atrás. Suerte que tiene buen equilibrio, sino hubiera caído de culo.
Cuando levanta la mirada para ver quién es la persona con la que acaba de chocarse se queda helada. Lo conoce, claro que lo conoce. Como olvidar a alguien que no para de fastidiarte en clase. Es Gabriel, el chico con el pelo en forma de cresta y rapado por los lados la mira fijamente con el ceño fruncido.
- Lo siento – le dice. Ella no sabe que contestarle, no encuentra la voz ni tampoco la conexión con sus piernas. De todos los locales de Zaragoza tenían que coincidir justamente en ese. Genial.
Gabriel sale y cierra la puerta, ella sigue sin moverse. Él mira hacia un lado, luego hacia el otro, como ella hace unos instantes. Cuando por fin consigue encontrar la forma de mover sus piernas se dirige a la puerta pero no puede abrirla, prueba una vez más, nada.
- Acaban de cerrar, aunque lo intentes no lograras abrir la puerta.
Estupendo, fuera, con frío en los huesos, sin móvil, olvidada por su primo. ¿Algo más malo? Oh, claro, en mala compañía. Suelta una palabrota. Se sienta en el banco que hay enfrente y se cubre la cara con las manos, no sabe que hacer.
- Oye, ¿te sientes bien?
Niega con la cabeza. Pero tan pronto como lo hace, lo levanta bruscamente. ¿Le está hablando? A ella, a la chica que no para de molestar siempre que puede. No se lo cree, le mira a los ojos, no parece que este borracho.
- ¿Qué pasa? ¿Tengo algo en la cara?
- No – dice en un susurro, carraspea y repite –. No, es solo que me parece increíble.
- ¿El qué te parece increíble?
- Nada.
Un nuevo soplo de aire, y otra vez se estremece.
- ¿Tienes frío?
- Sí.
Y sin que se lo espere, Gabriel se quita la chaqueta y se la coloca sobre los hombros. Aspira el aroma y la embriaga.
- Gracias.
- De nada.
- ¿Esperabas a alguien?
- No, más bien me han dejado olvidada.
- Ya somos dos – le dice con una sonrisa. ¿Está loca o esa sonrisa de pronto hace que su corazón palpite rápidamente? – Me llamo Gabriel, por cierto.
- Sofía – le mira fijamente e intenta percibir en él un leve reconocimiento, pero nada.
- Bonito nombre. Y dime Sofía ¿cómo es que te han dejado olvidada?
- Mi primo fue a buscar la furgoneta y no ha vuelto.
- Eso es muy maleducado de su parte. Yo directamente he dejado que me abandonaran.
- ¿Por qué?
- No me caían muy bien mis acompañantes.
Asiente con la cabeza. ¿Por qué se comporta de una manera diferente? Que ella sepa Gabriel es el chulo de clase y, bueno, siempre habla de manera diferente.
- Oye, ¿quieres que te deje mi móvil para que llames a tu primo?
- Te lo agradecería.
Se levanta y del bolsillo de su pantalón saca el móvil y se lo da. Frunce las cejas intentando recordar su número y cuando lo tiene empieza a marcar.
Un pitido, dos, tres.
- ¿Sí?
- ¿Roberto?
- No, soy… un amigo. ¿Quién es?
- ¿Podrías pasarme con mi primo, por favor? – No entiende porque le contesta alguien que nos es su primo.
- ¿Quién eres?
- Sofía.
Escucha a la voz alejarse y decir que su nombre, poco después escucha un pequeño ruido.
- ¿Sofía? Dios, Sofía lo siento. Te he enviado un mensaje pero no me contestabas, estaba empezando a preocuparme.
- Me he dejado el móvil en casa.
- ¿Y desde donde me llamas?
- Desde… - mira a su acompañante –, el móvil de un amigo.
- ¿Un amigo?
- Sí, mira no me hagas preguntas. Dime donde estas porque me estoy pelando de frío aquí fuera y no me dejan entrar porque el local ha cerrado.
- Mierda. Lo siento, Sofía. Estoy llevando a unos amigos a su casa. Si eso espérame ahí, no tardare mucho.
- No pasa nada, cojera un taxi.
- ¿Y cómo lo pagaras?
- Ya se me ocurrirá algo. Adiós.
Cuelga y le da el móvil. No sabe como pagará al taxista, pero algo pensará.
- Gracias.
- De nada. ¿Te vas en taxi?
- Sí, no tengo dinero, pero ya se me ocurrirá algo.
- Te puedo llevar yo. Tengo una moto. Vamos.
Inesperadamente la coge de la mano y la tira hacia una moto que esta aparcada en la acera. Saca las llaves, un casco para él y otro para ella. Sofía se queda quieta, no sabe qué hacer.
- ¿Qué pasa? Ponte el casco. No me vengas con el cuento de que no te montas con desconocidos en las motos.
Le arranca el casco de las manos y se lo pone en la cabeza. Se monta en la moto y enciende el motor.
- Vamos, nena, móntate.
Su cabeza le dice que no lo haga, que tenga cuidado, y le dice que puede hacerle daño, pero ¿cuándo ha escuchado a su cabeza?

domingo, 12 de mayo de 2013

Capitulo 7


Hola, siento haberme tardado para este capitulo. Pero entre examenes y trabajos no he podido encontrar tiempo para escribir. Recompensare todo este tiempo. 
Aprovecho para comentaros que hay un concurso para ganar dos ejemplares de la saga Crossfire. Aquí tenéis el enlace http://papeldetintanegra.blogspot.com.es/2013/05/concurso-crossfire.html 
Y con esto os dejo con  el nuevo capitulo.

Es la séptima canción del concierto y la verdad es que no lo llevan nada mal, todas las canciones que han cantado hasta ahora ha provocado un gran fulgor entre todos, la verdad es que a ella también le está gustando. Mira su reloj, ya llevan una hora de concierto.
- Muchas gracias – dice el cantante a través del micrófono –, como habréis comprobado ninguna de las canciones que hemos cantado hasta ahora son nuestras. Pero espero que no os importe, ¿o sí?
Se produce un gran griterío diciendo un fuerte no.
- Genial, entonces tampoco os importara que descanse la voz y os deje con mi prima, ¿o sí?
Esta vez varios noes y sies se producen en el local, provocando una sonrisa en el cantante haciendo a la vez que se le revuelque el corazón y quitándole el aliento. “Sí que es verdad que la sonrisa de una persona es lo más sexy” piensa. Mira a la otra chica, no se había dado cuenta hasta ese momento que estaba ahí.
- Bueno, no era una opción. Yo me he cansado y creedme que mi prima no os decepcionara. Además, yo no me iré del todo sino que estaré aquí al lado con la guitarra eléctrica.
El chico cambia de posición y coge la guitarra que está detrás de la cortina, mientras la chica se pone delante del micrófono. Lleva un vestido plateado un poco ajustado y unos tacones negros, el pelo rizado le cae por los hombros, la mira fijamente y… A esa chica la conoce, su cara y esos ojos. Pero ella no es…
- Hola, mi nombre es Sofía. Como ha dicho antes mi primo, cantaré a partir de ahora, espero no decepcionaros.
Las notas de la guitarra empiezan a sonar, no hace falta que le digan el titulo, sabe perfectamente cuál es.
Firework  empieza a sonar y la voz de Sofía inunda el local, no lo hace mal, nada mal. Hasta parece que haya ido a clases de canto. Pero la pregunta es: ¿dónde se encuentran esas gafas de pasta negra, sus zapatos planos y su ropa más o menos holgada? Se queda sorprendida por el cambio que ha dado aquella chica, incluso está mucho mejor así vestida, no entiende porque lleva ese tipo de ropa si es guapísima. No es que sea su problema pero…
Mira a su alrededor, todos cantan al unísono con ella, parece que les ha gustado Sofía, pero lo que más le sorprende es la cara de su hermano. Se ha quedado como ensimismado por su compañera de clase, sus ojos parecen que no pueden despegarse de ella.
- Si la sigues mirando la vas a gastar.
Ni caso, no le ha escuchado, se encoge de hombros y mira al escenario. Nota que unos ojos están sobre ella, sabe quién es. El chico con el que bailaba y que sin previo aviso se fue, no quiere mirarlo pero es tal la tentación que no aguanta.
Sus ojos se posan sobre los de él haciendo sobresaltar a ambos aunque no lo noten, y a ambos sienten ese retorcijón en el estomago. Mientras aquel chico cantaba le ha dado tiempo a observarlo mejor, su pelo es rubio casi tirando para castaño los ojos ya los había visto, pero con esas luces son más increíbles aún.
Él aparta antes la mirada, y sigue deslizando sus dedos por la guitarra produciendo las notas de la canción. Ella no puede apartar la mirada pero se obliga a hacerlo; otra canción empieza. Esta vez es Euphoria, la canción ganadora de Eurovisión, y como en la anterior, también lo hace genial.
La última canción acaba y con ella la fiesta, pero no la noche.

Se aleja del micrófono y deja que su prima se ponga delante de él, camina con lentitud hacia la guitarra que está detrás de la cortina que hace unos minutos cubría el escenario.
Cuelga la guitarra a su hombro derecho, coge la púa y espera a que su prima termine de hablar. Esta nerviosa, lo sabe, pero es la única opción que le quedaba. Era ella o la pesada de Noemí, además su prima le debía unas cuantas desde hace unos meses.
Sofía termina de hablar y él toca las primeras notas de la canción, a la vez su prima empieza a cantar. Él la oye encantado, canta muy bien y le extraña que nunca lo demuestre. Sabe a la perfección que sus tíos la apoyarían si decidiera hacerse cantante, pero al parecer su primita no quiere. La quiere mucho, casi como una hermana, bueno, en realidad se ha convertido con el tiempo en eso y la trata como si lo fuera.
Mira al escenario, por la cara que pone cada espectador nota que su prima está teniendo un éxito arrasador. Varios chicos la miran de arriba abajo, no le gusta, pero es el precio que tenía que pagar. Además, bajo su protección ningún tío se iba a acercar a ella, como que se llama Roberto.
Entonces la ve, baila con la música y mueve los labios, le habla al chico que tiene al lado pero parece que no le escucha. Y como si de una conexión mutua se tratara, los ojos de ella se posan sobre los de él. “Madre mía” piensa “esos ojos tan azules no son de este mundo” Unos ojos grandes delineados por un lápiz de ojos lo hipnotizan, y sin quererlo ni desearlo siente ese extraño sentimiento en el estomago que hacía tiempo que no sentía.
Se obliga a apartar la mirada, no sabe que ha sido lo que acaba de sentir, pero sin duda no quiere volver a sentirlo. Es algo con lo que hace tiempo que no está familiarizado. Aunque tal vez sea el momento de dejar el dolor y volver a sentirlo aunque no quiera.
Su prima acaba la última canción y varios chicos empiezan a gritar pidiendo otra. Sofía le mira, pidiendo ayuda, pero él solo se encoge de hombros. Finalmente atendiendo a las peticiones de su público empieza a cantar Wide Awake de Katy Perry, y como en la demás canciones, al público le encanta.
Acaba la canción y esta vez, acaba el concierto. Las cortinas de cierran y los músicos  empiezan a recoger. Él se descuelga la guitarra y se acerca a su prima.
- Al final no ha ido tan mal.
- No, pero aún así ha habido momentos en los que pensaba que se me iba a olvidar la canción.
- Pues no se ha notado, lo has disimulado muy bien.
- Ya. Bueno llévame a casa, este estúpido vestido está empezando a fastidiarme. Quiero ponerme mis vaqueros de una vez por todas.
- Sofía, deberías de dejar de ir tan rara al colegio, estas mucho más guapa así.
- No quiero fingir algo que no soy.
- ¿Y vestir así es algo que tu eres?
- Déjalo, no lo entenderías ni aunque te lo explicara.
Y diciendo esto se da media vuelta y se aleja. “¿Y ahora que he hecho?” piensa indignado “¿He dicho algo malo?”
- Tío, ve a buscar la furgo anda – le dice el chico que tocaba la batería.
- Vale, pásame las llaves.
Le tira las llaves y él las coge al vuelo. Baja del escenario por la escalera de al lado y se dirige a la puerta trasera. Empieza a andar, se abrocha la chaqueta al sentir un fuerte viento golpeándole en la cara. El mes de Octubre está siendo muy frío, y si así están en este punto del año no quiere imaginarse que pasara en Diciembre. Dobla la esquina y encuentra la furgoneta, está a punto de entrar pero una voz a su espalda lo detiene.
- Eh, guapa, ¿qué haces aquí sola? – la voz es la de un chico con el pelo rapado.
- No es de tu incumbencia – la chica se da media vuelta para irse pero la acorrala contra la pared – ¡Eh! Suéltame.
- Tranquila, guapa, no muerdo. A no ser que no quieras.
No deja que pase más el tiempo y se dirige a ellos. Cuánto más se acerca más cree reconocer a la chica. Finalmente, cuando está a solo unos metro la identifica. Es la morena de los ojos azules del concierto, que, al mirarla, sintió esa cosa extraña.

Las cortinas se cierran y todos empiezan a irse de la sala. Varias chicas pasan al lado suyo hablando de los guapo que era el cantante.
- ¿Nos vamos?
- Sí.
- Vale, voy a coger las chaquetas, espérame fuera y ve buscando un taxi.
- No vamos a encontrar uno a estas horas.
- ¿Prefieres ir andando?
- Voy a buscar un taxi.
Su hermano le sonríe y ve como se aleja. Vale, ahora toca el reto de buscar las chaquetas y no recuerda donde los dejo.
Sale al pasillo y mira de un lado a otro. Piensa donde los ha podido dejar. “Claro” piensa “los deje en el guardarropa de la entrada” Se dirige a ella y busca dentro, encuentra la suya, pero no la de su hermana. Como no lo encuentre, no llega vivo a casa. Da media una vuelta sobre sí mismo y entonces ve a una chica recoger una chaqueta del suelo, mira a un lado y luego al otro. Es la cantante del concierto.
Él ve mejor la chaqueta, es la de su hermana, pero ¿qué hace? ¿Se acerca? Claro, si no puede que se lo lleve. Se dirige a ella y le saluda, la chica se queda sorprendida.
- Perdona, pero, esa chaqueta es de mi hermana.
- Oh, toma – y cuando va a entregarle la chaqueta, sus dedos se rozan haciendo a los dos sobresaltarse y ponerse colorados – Lo…siento, lo encontré en el suelo y…
- Sí, te he visto.
- ¿Me has visto? – pregunta sin comprender.
- Sí, he visto que lo recogías. A lo mejor alguien se confundió y lo tiró al suelo.
- Sí, puede. Bueno, eeehm… Adiós.
Y sin darle tiempo a despedirse, la chica se aleja de él. “Que rara”, piensa “Bueno, será mejor que salga si no quiero que mi hermana muera de frío”

Sale enfadada del local, el viento de aire frío la hace estremecerse, aun así sigue caminando.
Dobla la esquino para dirigirse por la avenida en la que pasa algún que otro coche. Los tacones no le facilitan mucho andar deprisa, piensa en la posibilidad de quitárselos pero se da cuenta de que entonces tendría frio en los pies.
Oye una voz a sus espaldas.
- Eh, guapa, ¿qué haces aquí sola?
Gira la cabeza hacia atrás sin parar de andar, no sabe quién es aquel chico de más o menos dieciocho o diecinueve años que se dirige hacia ella, es alto y tiene el pelo rapado, no le gusta nada las pintas que lleva.
Decide ignorarle diciéndole que no es de su incumbencia y sigue andando, pero entonces el chico la coge del brazo y la acorrala contra la pared.
- ¡Eh! Suéltame.
- Tranquila, guapa, no muerdo. A no ser que no quieras.
Su aliento huele a alcohol, no puede hacer nada, está demasiado aprisionada contra la pared.
- Será mejor que me sueltes.
- ¿O qué, morena?
- O te dejo sin tu cara bonita.
Esas palabras no han salido de su boca, gira la cabeza para ver quién es y lo reconoce al instante, es el cantante del concierto y el primo de su compañera de clase.
- ¿Quién te crees que eres?
- Soy su novio, gilipollas. Y créeme, como no apartes tus manos de ella no saldrás vivo. Sé cuidar de lo que es mío.
“Espera”, piensa, “¿qué soy qué?” Y antes de que pueda decir algo, aquel borracho la suelta. Y de pasar a estar entre los brazos del rapado pasa a estar, por lo que parece, su novio.
- Tranquilo, colega. Solo era una broma.
- Lárgate.
- Vale, vale.
El chico se aleja dando tumbos. El brazo de su “novio” le roza la cintura, provocando en ella los latidos de corazón más fuertes que nunca.
- Gracias, pero lo tenía todo controlado – dice mientras se aleja de él.
- Pues desde mi punto de vista no lo parecía.
- No tenemos el mismo punto de vista, por lo que parece.
- ¡Amelia! ¿Estás bien?
Arthur se acerca a ellos, con la cara preocupada y el ceño fruncido.
- Sí, no pasa nada.
- He visto que ese chico se alejaba y pensé que…
- Arth – dice tranquilizándole –, tranquilo. Estoy bien. Este chico me ha ayudado.
Su hermano le mira con cara de pocos amigos y evaluándole.
- Bueno, más que ayudado te he salvado. Tío – dice cuando Amelia abre la boca –, deberías cuidar más de tu novia.
- No somos novios – dice un poco avergonzada.
- ¿No? ¿Entonces?
- Somos…
- No creo que sea de tu incumbencia – interrumpe a su hermano.
- Como quieras.
Su hermano le da chaqueta con cara interrogante, pero decide ignorarlo.
- Bueno, creo que es hora de que nos vayamos.
- Si, vamos a la avenida…
- Espera, ¿vais a coger un taxi?
- Sí.
- No os lo recomiendo – mira el reloj –, son casi las dos de la mañana y no pasan muchos taxis a estas horas.
- ¿Y qué sugieres que hagamos? ¿Volver andando? – dice Amelia cortante.
- Es una posibilidad, pero no creo aguantes con esos tacones. Os llevo en mi furgoneta.
- ¿Qué? No, sinceramente, prefiero…
- Amelia, no seas borde – le dice su hermano –, es mejor que nos lleve él. Nos moriremos de frío y no gastaremos dinero.
- Pero…
- No hay peros que valgan. Iremos y punto. Soy tu hermano mayor y…
- Espera – los interrumpe Roberto, que ha estado observando divertido la escena –, ¿sois hermanos? Nadie lo diría, no os parecéis en nada. A no ser claro…
- Mira, ya te he dicho que no es de tu incumbencia. Iremos contigo.
Amelia le mira con ojos fríos, su actitud deja claro que no quiere seguir hablando del tema y él decide no llevarle la contraria.
- Vale, vamos. Esta por ahí – señala detrás de él.
Caminan en silencio hacia la furgoneta, cada uno sumido en sus pensamientos. Cada uno guarda un secreto, pero ninguno será capaz de superarlo hasta que encuentren a alguien con quien hacerlo.