viernes, 17 de mayo de 2013

Capitulo 8


Sofía espera tranquilamente sentada al lado del escenario. Su hermano se fue hace diez minutos, y aun no ha vuelto. ¿Dónde está? Mira su bolso, busca el móvil pero nada, no lo encuentra. Se lo ha dejado en clase y no puede llamarlo. Empieza a asustarse, ya no hay casi nadie en el local. Solo queda el guitarrista, el batería y ella. No conoce a ninguno, y le de mucha vergüenza preguntar. No sabe qué hacer, es comenzando a desesperarse. Tal vez si sale fuera…
No lo piensa más, se levanta y sale a la calle. Hace frio pero menos mal que ha cogido su chaqueta. Mira hacia un lado, luego hacia el otro. No ve a nadie pasar, en ese momento la puerta del local se abre y ella asustada sale corriendo hacia otra esquina, se oculta tras la pared, la voz de unos chicos llega a sus oídos, se ríen y bromean, parece que han bebido mucho.
- Eh, tíos. Hay que coger un taxi.
- Sí, vamos. ¿Pero qué hacemos con este?
- Yo no pienso llevarle, no soy un niñero.
- Yo menos.
- Pues habrá que dejarlo aquí, cuando reaccione ya se irá solo a su casa.
- Si, anda, que va demasiado borracho como para aguantarle. ¿A quién se le ha ocurrido traerlo?
- No sé, escucho a Luis hablar de la fiesta y lo invitó.
- Pues no ha resistido nada.
Las voces se van alejando y poco después desaparecen. Silencio. Sale de detrás de la pared, no hay nadie. Han dicho algo sobre dejar abandonado a alguien ¿qué clase de amigo te deja abandonado? Un nuevo soplo de aire le hace estremecerse, abre la puerta y justo en ese momento sale un chico que le hace chocarse con su pecho y tambalearse hacia atrás. Suerte que tiene buen equilibrio, sino hubiera caído de culo.
Cuando levanta la mirada para ver quién es la persona con la que acaba de chocarse se queda helada. Lo conoce, claro que lo conoce. Como olvidar a alguien que no para de fastidiarte en clase. Es Gabriel, el chico con el pelo en forma de cresta y rapado por los lados la mira fijamente con el ceño fruncido.
- Lo siento – le dice. Ella no sabe que contestarle, no encuentra la voz ni tampoco la conexión con sus piernas. De todos los locales de Zaragoza tenían que coincidir justamente en ese. Genial.
Gabriel sale y cierra la puerta, ella sigue sin moverse. Él mira hacia un lado, luego hacia el otro, como ella hace unos instantes. Cuando por fin consigue encontrar la forma de mover sus piernas se dirige a la puerta pero no puede abrirla, prueba una vez más, nada.
- Acaban de cerrar, aunque lo intentes no lograras abrir la puerta.
Estupendo, fuera, con frío en los huesos, sin móvil, olvidada por su primo. ¿Algo más malo? Oh, claro, en mala compañía. Suelta una palabrota. Se sienta en el banco que hay enfrente y se cubre la cara con las manos, no sabe que hacer.
- Oye, ¿te sientes bien?
Niega con la cabeza. Pero tan pronto como lo hace, lo levanta bruscamente. ¿Le está hablando? A ella, a la chica que no para de molestar siempre que puede. No se lo cree, le mira a los ojos, no parece que este borracho.
- ¿Qué pasa? ¿Tengo algo en la cara?
- No – dice en un susurro, carraspea y repite –. No, es solo que me parece increíble.
- ¿El qué te parece increíble?
- Nada.
Un nuevo soplo de aire, y otra vez se estremece.
- ¿Tienes frío?
- Sí.
Y sin que se lo espere, Gabriel se quita la chaqueta y se la coloca sobre los hombros. Aspira el aroma y la embriaga.
- Gracias.
- De nada.
- ¿Esperabas a alguien?
- No, más bien me han dejado olvidada.
- Ya somos dos – le dice con una sonrisa. ¿Está loca o esa sonrisa de pronto hace que su corazón palpite rápidamente? – Me llamo Gabriel, por cierto.
- Sofía – le mira fijamente e intenta percibir en él un leve reconocimiento, pero nada.
- Bonito nombre. Y dime Sofía ¿cómo es que te han dejado olvidada?
- Mi primo fue a buscar la furgoneta y no ha vuelto.
- Eso es muy maleducado de su parte. Yo directamente he dejado que me abandonaran.
- ¿Por qué?
- No me caían muy bien mis acompañantes.
Asiente con la cabeza. ¿Por qué se comporta de una manera diferente? Que ella sepa Gabriel es el chulo de clase y, bueno, siempre habla de manera diferente.
- Oye, ¿quieres que te deje mi móvil para que llames a tu primo?
- Te lo agradecería.
Se levanta y del bolsillo de su pantalón saca el móvil y se lo da. Frunce las cejas intentando recordar su número y cuando lo tiene empieza a marcar.
Un pitido, dos, tres.
- ¿Sí?
- ¿Roberto?
- No, soy… un amigo. ¿Quién es?
- ¿Podrías pasarme con mi primo, por favor? – No entiende porque le contesta alguien que nos es su primo.
- ¿Quién eres?
- Sofía.
Escucha a la voz alejarse y decir que su nombre, poco después escucha un pequeño ruido.
- ¿Sofía? Dios, Sofía lo siento. Te he enviado un mensaje pero no me contestabas, estaba empezando a preocuparme.
- Me he dejado el móvil en casa.
- ¿Y desde donde me llamas?
- Desde… - mira a su acompañante –, el móvil de un amigo.
- ¿Un amigo?
- Sí, mira no me hagas preguntas. Dime donde estas porque me estoy pelando de frío aquí fuera y no me dejan entrar porque el local ha cerrado.
- Mierda. Lo siento, Sofía. Estoy llevando a unos amigos a su casa. Si eso espérame ahí, no tardare mucho.
- No pasa nada, cojera un taxi.
- ¿Y cómo lo pagaras?
- Ya se me ocurrirá algo. Adiós.
Cuelga y le da el móvil. No sabe como pagará al taxista, pero algo pensará.
- Gracias.
- De nada. ¿Te vas en taxi?
- Sí, no tengo dinero, pero ya se me ocurrirá algo.
- Te puedo llevar yo. Tengo una moto. Vamos.
Inesperadamente la coge de la mano y la tira hacia una moto que esta aparcada en la acera. Saca las llaves, un casco para él y otro para ella. Sofía se queda quieta, no sabe qué hacer.
- ¿Qué pasa? Ponte el casco. No me vengas con el cuento de que no te montas con desconocidos en las motos.
Le arranca el casco de las manos y se lo pone en la cabeza. Se monta en la moto y enciende el motor.
- Vamos, nena, móntate.
Su cabeza le dice que no lo haga, que tenga cuidado, y le dice que puede hacerle daño, pero ¿cuándo ha escuchado a su cabeza?

No hay comentarios:

Publicar un comentario