- Creo
que estas bien para irte a casa. Iré a hacer los papeleos y vendré para
ayudarte a irte. Mientras tanto espera aquí a que venga Sofía.
- Sí,
gracias por todo doctora.
-
De nada – Cristina se dirige a la puerta y antes de irse da media vuelta, mira
a Gabriel – No seas muy dura con ella, solo quería asegurarse de que estabas
bien. Lo menos que puedes hacer es darle las gracias.
Sale
del cuarto. Tal vez tenga razón, no debería ser tan duro con ella, pero es que
le sale solo. Es su forma de ser.
Mira
a su alrededor, la sala no esta tan mal. Como no sabe cuándo volverá Sofía
decide ver la televisión. Mira el reloj de su derecha, son las diez y media, no
cree que este dando nada interesante. Pero ¿qué día es? Justo en ese momento
entra Sofía con una bandeja llena de comida.
-
¿Qué día es hoy? – le pregunta Gabriel.
-
¿Qué? Oh, pues jueves.
-
Ah. ¿Qué llevas ahí? – dice señalando con la cabeza la bandeja que acaba de
poner sobre una mesa.
-
Tu desayuno.
-
Gracias.
El
silencio reina en la habitación y tan solo se escucha las voces de la televisión.
Sofía acerca una mesa portátil hasta su cama.
-
Bueno, aquí tienes el desayuno. Si no quieres algo no lo comas, pero supongo
que tendrás hambre – habla mientras recoge su chaqueta y su libro de la silla
en la que estaba sentada –. No creo que necesites nada más, así que me voy.
-
Espera, ¿por qué te vas?
-
No encuentro otro motivo por el que deba estar aquí. Tú ya estás bien y yo no
soy ningún familiar ni amigo tuyo así que no puedo estar más tiempo aquí.
-
¿Y si no eres ningún familiar ni amigo mío que hacías aquí?
-
No lo sé, la verdad.
Se
miran durante un rato hasta que finalmente Sofía aparta la mirada y va hacia la
puerta.
-
Espera – vuelve a detenerla Gabriel.
-
¿Qué?
-
Hazme compañía mientras desayuno.
-
Creo que la televisión es suficiente compañía para ti.
-
Pero no es una persona, las personas son mejor compañía.
-
¿Por qué quieres que me quede?
-
No lo sé.
Silencio
otra vez. Sofía no tiene porque quedarse pero Gabriel le ha pedido que le haga compañía.
¿Por qué?
-
Vale, te haré compañía.
Se
acerca de nuevo a la cama y se sienta en la silla. Gabriel empieza a desayunar
mientras Sofía lee su libro.
-
¿Me vas a decir que me ha pasado o me vas a dejar más tiempo con la duda?
Aparta
la mirada del libro y le responde.
-
Un coche no te vio y te atropelló.
-
¿Y qué hacías exactamente conmigo?
-
Nada de lo que tú te puedas arrepentir ya que ibas tan drogado que no sabias lo
que hacías – se ríe ante la cara que acaba de poner su acompañante y continua –
No hicimos nada, solo hablamos.
Gabriel
lanza un suspiro y sigue comiendo la tostada.
-
Vale, ¿y cómo sabia que iba drogado, gafas?
-
Mi padre es policía. Y por favor, no me llames gafas. Tengo nombre ¿sabes?
-
Vaya, así que estoy delante de la hija de alguien que me podría perseguir por
consumo de drogas.
- Solo
te perseguiría si supiera tu nombre y qué has consumido.
-
¿Piensas rebelar mi nombre, gafas? Perdón, Sofía.
-
Vaya, sabes mi nombre, que sorpresa.
-
Llevamos yendo a la misma clase desde primero de Primaria, es normal que lo
sepa.
-
¿Y si sabes mi nombre porque me llamas gafas?
-
Llevas gafas – dice con una sonrisa burlona.
-
No me vaciles, Gabriel, y respóndeme.
-
No lo sé.
-
¿No lo sabes? ¿Llevas más de tres años llamándome con ese maldito apodo y me
dices que no lo sabes? – cada vez levanta más la voz.
-
Bueno, cálmate. No pensé que te fastidiara tanto que te lo dijera.
-
¿En serio? Bueno, que pensarías si cada vez que te viera dijera: Hola, gilipollas.
O: ¿qué tal, gilipollas? O mejor aún: ¿Qué tal te ha salido el examen,
gilipollas?
-
Puede que al principio no me moleste, pero después sí.
-
Pues ya está.
-
Vale, no volveré a llamarte así.
El
silencio vuelve a reinar el cuarto, un silencio muy incómodo.
-
No voy a decirle a mi padre qué estas tomando drogas.
-
¿En serio?
-
En serio. ¿Por quién me tomas? No soy una chivata.
-
Lo sé. Nunca lo has sido. ¿Puedo hacerte una pregunta?
-
Claro.
- ¿Por
qué dejamos de ser amigos?
Esa
pregunta los deja desconcertados a los dos ya que ninguno se lo esperaba.
- Vaya,
creo que aun llevas un poco de sedante en el cuerpo.
-
No. Creo que se lo suficientemente bien lo que te acabo de preguntar.
-
La pregunta es ¿por qué dejaste tú de ser mi amigo? Yo no hice nada, fuiste tú
el que empezó a comportarse de forma extraña y a ser alguien que no era hiriéndome
durante más de tres años.
- Déjalo,
ni si quiera sé porque te lo he preguntado.
-
Ya…
-
¿Qué tal está Miguel?
-
¿Miguel?
-
Sí, Miguel. El chico con el que salías.
-
Ah, bien, supongo.
-
¿Supones?
-
No lo veo desde hace un año.
-
Oh, ¿lo dejasteis? ¿Por qué?
-
Mira, creo que son demasiadas preguntas de tu parte. Deja de fingir que te
importo después de tres años, Gabriel.
Se
levanta de la silla y se dirige a la puerta.
-
Creo que mejor me voy – abre la puerta – Puedes estar tranquilo, nuestra
relación volverá a ser la de unos completos desconocidos cuando volvamos a
clase.
Y
sin más sale de la habitación dejando a Gabriel completamente desconcertado. “Mierda”,
piensa,” creo que la he vuelto a perder”
¡¡¡¡Increíblemente geniaaal!!!! *____________* Estoy tan intrigada por el pasado que tuvieron Gabriel y Sofía.... ¡Madre mía! No me puedes dejar así por mucho tiempo eeeh!! Hahahaha
ResponderEliminarMe ha encantado como siempre, sigue así!! ;) <3 <3
Un besito, guapi ^_^